(EXTRACTO DE UNA ENSEÑANZA DEL GURÚ SOBRE LA CARNE) (...) - La carne, ese oscuro objeto de deseo. La carne, ese alimento prohibido. Comer carne, que es como hacerse una autofelación espiritual, pues te llena de gozo y asco al mismo tiempo. Entiendo tu dilema, joven aprendiz, entiendo que debes ser vegano, que debes honrar a los animales, que debes ser el number one de tu grupo de yoga, y por otro lado ser fiel a ese instinto asesino de saborear la sangre derramándose por tus encías. ¿Somos humanos, somos bestias, somos almas, qué somos? Si somos eternos... ¿qué más da una vida más o una vida menos que quitemos? ¿Cuál es el sentido de esta existencia? ¿Carne en su salsa o al ajillo? ¿Qué es el tofu y para qué sirve? Tantas preguntas sin respuesta, ¿verdad? Tanta recomendación de restaurantes en internet. Todo el mundo opina. Todo el mundo sabe. Todo el mundo se moja, y el que no se moja es pasto de la incomprensión de todos los demás. Asunto espinoso, éste. Asunto absurdo, pues absurdo es llamar a algo "asunto". Y aún así, la carne sabe tan bien. Es tan bonita, con sus vetitas y su color rojo pasión. Ah, pero qué me dices de esos brotes de soja, o del maravilloso verde brócoli, ¡qué color!. ¿Que me dices de las lentejas con chorizo? Ahí te he pillado, ahí van los dos enemigos juntos, legumbres y embutido, irreconciliables a primera vista, maravillosos en las distancias cortas. Yo te digo: ¡ve y come!. Come carne si es tu deseo. No la comas, si no te apetece. No te juzgues si lo haces. Júzgate si lo sientes. Sacia tu sed y flipa en colores y sabores. Redúcete a una etiqueta o disfruta viendo Master Chef. Pero ante todo, lávate la boca, antes y después de comer, y antes y después de opinar. Y ahora me las piro, vampiro, que llego tarde a una barbacoa... EN ALGÚN LUGAR DE LA PAMPA, ARGENTINA, AÑO 2015. TRANSCRIPCIÓN: MIGUEL CATARECHA. (EXTRACTO DE UNA CONVERSACIÓN CON EL GURÚ EN SU CHOZA) (...) - Gurú, ¿cómo puedo vencer la procrastinación? - ¿Lo qué?... - Ehm... la desidia, el no hacer nada cuando debería estar haciendo algo, ya sabe, postergar aquello que uno debería estar haciendo, lo que la gente entiende como... - Ya, ya, ya lo he pillado. "Tocarse las bolillas", ¿no? - Ehm... sí, supongo. - Ah, qué bien que hayas sacado a colación este tema, pequeño saltamontes, porque es algo que me viene rondando la cabeza últimamente... - ¿Porque quiere erradicarlo de una vez por todas de la faz de la Tierra? - No. Porque me acompaña cada día, a cada rato, en cada momento. Me siento realmente honrado de pocastingar, de no hacer ni el huevo, de sentir que floto mientras dejo el tiempo pasar, tal vez mirando la tele, una serie que me deje embobado, un pequeño momento de relax mental entre todo mi maremagnum de ideas, de increíbles ideas, claro... - Claro, claro... Es procrastinar. - ¿Lo qué? - Procrastinar, no pocastingar. - Ya lo sé, currupipi, no me corrijas tanto que te echo de mi choza... Ah, la vida prostastinando es una vida feliz, sí, la vida dejándose mecer por el suave viento de la nada es una vida óptima. Verás, pipiolo, toda la vida nos dicen que hagamos esto o aquello, o lo de más allá. Yo un día me dije, "a ver, Gurú de los Guruses, ¿qué vas a hacer?, ¿lo que te digan los demás o lo que te digan los otros demás?", y entonces lo supe... - ¿Que la procrastinación es parte de la vida y si tomarse un tiempo para dedicarle es lo que uno siente, uno entonces debe honrarse en vez de traicionarse a sí mismo intentando sepultar esos sentimientos que, a todas luces, son su necesidad más inmediata? - No, hombre, no, ¿qué, otra vez fumando cigarritos de la risa? Me refiero a que pocranigar... - Procrastinar... - Fuera de mi choza. (...) EN ALGÚN LUGAR DE LA MONTAÑA YAMANDAKA, INDIA, AÑO 2003. TRANSCRIPCIÓN: MIGUEL CATARECHA. |